Le preguntó a una ancianita que arrastraba un carro repleto de comida: “¿Ha visto mi sonrisa?”, pero la ignoró creyendo que estaba loca. Detuvo a un perrito glotón que perseguía a un esquivo grupo de palomas: “¿Te has comido tú mi sonrisa?”, pero el ladrido del perro lo negó. Incluso alzó la vista a la preciosa torre mudéjar y gritó muy fuerte:

*Ilustración de Sara JB
“¿Alguien ha encontrado una sonrisa perdida allí en lo alto?”, pero las campanas repicaron ignorantes.
Finalmente, Iris apoyó la espalda en un muroy lloró formando diminutos ríos de tristeza. “Nunca más volveré a sonreír”, pensó afligida.
—¿Por qué lloras, pequeña?
La niña dio un respingo asustada.
—¿Quién me habla? —preguntó mirando a su alrededor.
—Aquí arriba, en la pared…
Entonces se fijó en el fantástico mural pintado sobre la fachada de aquella vieja casa. Aparecía dibujada la antigua puerta de Valencia y delante de ella, unas curiosas personas que la saludaban alegremente. Iris se restregó los ojos.
—¿Sois de verdad?
La mujer vestida de rojo estiró su brazo y atrajo a la niña hasta la pintura, introduciéndola en aquel inusitado mundo de colores. La ropa de Iris, completamente blanca, se humedeció de tinta y de repente, la ciudad se transformóen un hermoso lienzo teñido de múltiples tonalidades.
—¿Qué te ocurre? –—murmuró el hombre que tenía a su lado—.Pareces triste.
—He perdido mi sonrisa…
—¿Cómo es posible? —musitaron dos monjas que caminaban al otro lado de la puerta.
Iris bajó la mirada avergonzada y comenzó a formar círculos con la punta de su zapato.La señora de rojo se acercó a la niña y le entregó un pequeño espejo nacarado.
—Estabas enfadada, te has burlado de tu hermano y has mentido a tu papá —comentó la mujer acariciando su rizado pelo moreno—.Te habías vuelto egoísta y ni siquiera apreciabas el hecho de que estuviésemos en Navidad. No habías perdido tu sonrisa… la habías olvidado.
—¿Dónde? —preguntó Iris.
—En lo más profundo de tu corazón.
La niña se vio reflejada en el espejo y descubrió asombrada una enorme sonrisa que rasgaba su rostro de punta a punta.
—Todas las personas que ves aquí pintadas perdimos la sonrisa alguna vez por envidias, egoísmo, rencores… —susurró la mujer de rojo—. Ahora somos el reflejopara todas aquellas personas que no aprecian la belleza de la vida. Y tú, también lo serás…
Y así fue como Iris recuperó su sonrisa y nunca más la volvería a perder. Cada vez que se sentía triste o malhumorada, cogía aquel espejito y se quedaba embobada admirando la pureza de aquella sonrisa infantil.
¿Te cuento un secreto? Si tienes la suerte de pasear por la plaza de la Magdalena en plenas navidades, tal vez, sólo tal vez… una de esas figuras pintadas sobre la paredte salude cariñosamente y te cuente esta historia. Especialmente, una niña vestida de blanco que se llama Iris y que está dispuesta a regalarte una sonrisa que brilla tanto como un mar de estrellas en noche de verano…
(Plaza de la Magdalena).